lunes, 21 de diciembre de 2009

Sombra sin dueño

Una mañana de invierno como otra cualquiera, un cielo naranja con tonos grises, y un frió que me congela las entrañas. Al despertar, pude ver que no tenia puesto el pijama sino el atuendo que lleve ayer. Con movimientos lentos y perezosos me levante de la cama. Me gire para ver como se había quedado la cama. Parecía un campo de batalla, pelos de gatos, por todos lados, la colcha en el suelo sirviendo de cama a mi compañero gatuno, mientras que el otro se acurruco entre las almohadas, era lo único que permanecía en la cama, eso y el paquete de cigarros. Las persianas estaban echadas, entraban los rayos del sol costosamente. Decidí ir al balcón, para contemplar una mañana más el amanecer. Mientras contemple ese cielo apoyada en la barra de acero, me acorde de la tormenta de anoche. Recuerdo vientos que me empujaban, lluvia cayendo sobre mi cara, como miles de piedrecillas. Recuerdo truenos y relámpagos azotando el cielo, entorpeciendo mi labor, ayer no pude hacer nada. Aunque admito que era el típico escenario de batalla de las películas. Pero mi contri gante huyó mientras yo reponía fuerzas, y no le pude seguir. Pero esta noche no escapara….

Después de ver como salía lentamente el sol, y recordar vagamente lo que paso ayer, me dispuse a desayunar fuera. Me quite mi ajustado corsé, mojado aun y lo solté encima de una silla. Me puse mi sujetador blanco, y me puse mi camisa blanca, sabia que necesitaba una ducha pero no me apeteció. Cogí unos vaqueros y me quite mi pantalón de cuero. Busque mis zapatillas, sin encontrarlas. Mire en todos lados hasta que decidí buscar en mi habitación. Las encontré debajo de la cama junto a mi espada. Anoche vine tan cansada que ni limpie la espada, así que el suelo estaba manchado de sangre. Me dije a mi misma que tenía que limpiarlo. Me puse las zapatillas, las ate fuertemente. Los gatos me observaban desde la cama, con curiosidad, mientras lanzaban maullidos. A los que respondí

-Tranquilo volveré, solo voy a por algo de comer- maulló otra vez con un tono distinto, como si dijese que no tardase en volver. Sonreí.

Cogí mi gabardina, las llaves y me fui. Cerré la puerta con llave. No quiero que entre nadie en el único lugar que me queda y me lo arrebate. No tendría a donde ir. Antes de salir a la calle, y salir de mí circulo protector. Tranquilamente observe a mi alrededor a ver si percibía a algún ser cerca. Como de costumbre, solo humanos.

Mi paso era ligero, sin sonido, avanzo sigilosamente por las calles, hasta mezclarme con la gente, observando quien esta a mí alrededor. Miro en mis bolsillos y me percato de que se me olvido coger el paquete de tabaco. Tendré que comprar mas, pensé.

Sigo andando, miro al cielo una vez mas, poco a poco el color naranja desaparece y solo queda esos tonos grises de nubes de tormenta. Mientras miro recuerdo con nostalgia la vida que deje atrás. Vuelvo a sentir un dolor en el pecho, jamás podré cerrar esa herida. Solo ha pasado un año, pero ha sido una eternidad.

Entre en una tienda, mientras esperaba a que los clientes que estaban antes que yo realizaran sus compras, fui a coger un periódico. En la mayoría de las portadas había títulos referentes a la crisis económica. Pero en uno de esos, ponía una noticia de que aun no habían encontrado un violador de la chica que apareció muerta hace unos días. Aparecía una foto de ese tío. Ya encontré algo que hacer esta mañana. Da igual si ya a huido de otro país, la justicia llegara a el. Cuando me dispongo a pensar un plan para entregarlo a la policía sin delatarme el dependiente me interrumpe.

-¿Qué desea?- lo decía con una amplia sonrisa en la boca. Supongo que es lo que me gusta de esta ciudad, siempre te regalan una sonrisa en cada esquina. Le respondí con otra sonrisa.

- Déme un paquete de tabaco, de la mejor marca por favor. Ah y también me llevare este periódico-

- Bien aquí tiene- Me miro de arriba abajo, como si fuese un bicho raro. Se que mi ropa no es muy común pero no tienen porque juzgarme. Fruncí el ceño, y le pague con aspereza. De pronto volvió a sonreír pero esta vez, se noto que su sonrisa estaba mas que ensayada. Pero me gire sin prestarle atención ni quise devolverle una sonrisa. Y mientras andaba hacia la salida, oí a lo lejos las palabras del dependiente intentando ser lo mas amable posible. Pero sus palabras quedaron en el aire y no llegaron a su destino. Tampoco me importaba. Al salir, la ciudad pareció cobrar poco a poco más vida, a pesar de la tristeza que rebosaba en el aire. Yo los llamo los días melancólicos, de los que te sientas en un sofá, con una manta, un café recién hecho para calentar el cuerpo y entre sorbo y sorbo un libro de misterio o suspense. Pero no tengo tiempo que perder. Cogí un cigarro del paquete, rescate el mechero de la gabardina y encendí el cigarro. El humo del cigarro comenzó a danzar en el aire pero por poco tiempo pues el viento lo arrastraba lentamente. Después de contemplar el humo, y de fumarme un poco del cigarro. Me dispuse a andar, esta vez ando tranquilamente. Contemplando mí alrededor, y disfrutando del primer cigarro del día. La gente pasaba por mi lado, como si no existiera, absorto en sus propios pensamientos. Caminando deprisa, algunos andaban a zancadas para llegar pronto a sus destinos. Y yo tranquila con movimientos pesados, el tiempo no existía en ese momento. Un par de minutos después llegue a mi destino, la cafetería.

El camarero al verme se acerco a la mesa que todas las mañanas, reservaba por así decirlo para mí, y dejo un café solo, con un par de tostadas. Me senté en la silla que estaba enfrente del escaparate. Acerque el cenicero, y apague el cigarrillo justo en el centro. Cogí la taza con las dos manos, y la acerque un poco a mi nariz. Note el aroma intenso del café entrando en mis fosas nasales. No hay nada mejor que el olor de un café por la mañana para despertarte. Sin esperas. Aun me sorprende la eficacia y la del camarero. Pues todas las mañanas a la misma hora tiene preparados mi café y mis tostadas, sin tener que hacer un gesto o pedírselo. Nada más entrar ya esta mi café en la mesa. No se si se debe a las generosas propinas o al interés que el camarero siente por mi. Sea como sea, todas las mañanas tengo un café recién hecho, un sitio perfecto para observar el exterior y un admirador secreto que observa a lo lejos. Las primeras veces su mirada me incomodaba, se clavaba en el nuca como dagas y me ponían nerviosa. Pero poco a poco dejo de importarme, me fui acostumbrando. Ahora simplemente la ignoro, como si no estuviera ahí. Mientras doy lentos sorbos al café, observo a la gente pasar. Pasan deprisa, tienen prisa. Quieren llegar a sus destinos en el menor tiempo posible. Son las típicas personas que dicen que el tiempo es oro y que no hay que desperdiciarlo. Las personas así solo viven para trabajar, sin descansar apenas o simplemente disfrutar de su alrededor. La mayoría nunca se parara a mirar el árbol que esta al lado de su coche todas las mañanas, tampoco aprecian los pocos detalles en los que a cambiado la acera. Solo se preocupan por tener más bienes materiales y los más caros, pues la cantidad justifica la calidad del objeto. Solo importa el dinero. Derrochando sus vidas en trabajos que odian solo por conseguir un poco de dinero. Vendiendo a sus madres, su orgullo, su dignidad por posesiones. Mundo de estúpidos, que desperdician la vida que les ha sido otorgada. Deberían vivir experiencias, acumular recuerdos, vivir momentos felices. Ese era el deseo del que les regalo la vida. Pero esas palabras se pierden al nacer, jamás son recordadas, y caen al vació. Todo por impulsos consumistas, la ambición y el egoísmo que desde pequeño inculcan. Odio este mundo, es destructivo, corrupto y muere poco a poco con cada nueva generación. Yo ya no pertenezco a este mundo. Desde aquel día hace exactamente un año, pertenezco al mundo de las sombras. Donde los seres sobrenaturales son los que habitan este lugar. Lugar donde reinan las mentiras, las traiciones y la sangre es derramada una y otra vez sin motivo. Aquí las palabras caen en sacos rotos en los que siempre hay alguien escuchando para usarlo en su favor. Las bestias moran en las tinieblas, esperando a que el sol se marche y emerger de las profundidades. Bestias que comenten actos atroces y nunca sin juzgados por esos crímenes. Yo soy de este mundo. Mi pasado y mi futuro esta aquí.

1 comentario:

  1. Esto ya lo leí en una ocasión, cuando lo escribiste ^^
    Todas las sombras pienso que tienen su dueño, aunque se quieran esconder, ellos siempre sabran que su sombra estaba alli, y con que ellos lo sepan ya tienen tortura para el resto de su vida.
    Solo te quedará la paranoia...

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